El pescador que arrancó la isla

Las islas Mycorzha tienen una rica historia oral, tradiciones y cuentos que se han transmitido de generación en generación y que se utilizan para enseñar lecciones y fomentar la comunidad. Estas historias contienen verdades sobre la historia de las islas enterradas en los mitos y leyendas predichos.

Hace mucho tiempo, no había pueblos ni tierras sobre las aguas; éstas se extendían infinitamente bajo el cielo. Esto fue antes de que la Mujer Grulla diera a luz a los vientos y antes de que las ballenas cantaran las corrientes hacia los lugares profundos; antes incluso de que el gran fuego del hogar del Sol se encendiera en el cielo como hogar de los pueblos del Cielo.

El primero de los habitantes del cielo que llegó a las aguas fue el Pescador, que tomó su red y la arrojó a las aguas para alimentar a los habitantes del cielo. La arrojó muchas veces y sacó bancos de maravillosos peces plateados que coció en cestas tejidas de muchos colores.

Sin embargo, cuanto más lanzaba el Pescador su red, más enfadaba a las Grandes Aguas, pues no les había pedido ni hablado antes de quitarles sus tesoros de peces plateados, cangrejos y algas. Así que cuando el Pescador volvió de nuevo y lanzó su red, las Grandes Aguas rugieron furiosas, arrojando los pesos de la red a las rocas que estaban debajo de ellas, donde se engancharon en las rocas y el barro. El Pescador, disgustado, dio un fuerte tirón, pero la red se había atascado. Volvió a tirar, pero la red se negó a ceder, aunque las mismas piedras del fondo del océano gimieron ante su furia.

Finalmente, convocando a todas sus fuerzas y cantando un hechizo para invocar la fuerza de los cielos, el Pescador dio un último y poderoso empujón. La roca se quebró, las aguas se agitaron y con una gran llamarada los huesos del fondo del océano se combaron, surgiendo a la superficie como nueva tierra, la primera tierra, humeante y al rojo vivo por la fuerza del Pescador y la sangre de la tierra. En el mismo momento, la red se rompió, cayendo sobre la tierra en grandes montones y pilas. El Pescador perdió el equilibrio, dando tumbos sobre sus cestas de muchos colores, rompiéndolas y esparciendo sus colores por el cielo, junto con bancos de peces plateados que se retorcían, que escaparon para nadar por los cielos como estrellas.

Las Grandes Aguas se precipitaron hacia el mar, aliviando el dolor de la tierra recién desgarrada, sus olas suavizaron las costas ásperas y apagaron la tierra al rojo vivo en una gran bocanada de vapor, que se elevó como un sudario alrededor de la isla. Cuando el Pescador se levantó, maldiciendo, de donde había caído, se encontró cegado, incapaz incluso de ver las Grandes Aguas, porque ahora estaban envueltas en un espeso manto de niebla. Consternado, se fue a contar a los pueblos del Cielo lo que había ocurrido. Su red, olvidada, yacía amontonada en grandes montones y pilas sobre la Primera Isla. A lo largo de muchas eras se hundió en la tierra, convirtiéndose en las colinas, las montañas y los profundos valles. Algunas fibras, deshilachadas y enredadas, se retorcieron hasta adoptar nuevas formas. Ésas fueron los árboles, las plantas, los numerosos hongos y, con el tiempo, la propia Gente.

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