Como es habitual con los tiburones, Scarlet estuvo sola desde su nacimiento. Nadando hacia las aguas poco profundas de un arrecife cercano, enseguida intentó reunir a algunas de las otras criaturas más pequeñas para que se cuidaran mutuamente. Algunas huyeron, pero algunas se quedaron. Agradecida, Scarlet defendió rápidamente a sus nuevos amigos, pero se sintió destrozada al girarse y encontrarse con el grupo mirándola fijamente. Era "demasiado ruidosa", decían, y "demasiado agresiva". ¡Los iban a atrapar, y todo sería culpa suya! Se acercaron, culpándola por sus dificultades para encontrar comida y mantener a raya a las criaturas más grandes. Traicionada, Scarlet intentó reprimir su dolor, suplicar al grupo que no la enviaran lejos, pero su temperamento la dominó. Sus ojos brillaron y habló cada vez más rápido, cada vez más alto, hasta que, con una sacudida repugnante, sintió que se le helaban las entrañas. Sus antiguos amigos no la miraron a ella, sino a sus dientes, y sus ojos estaban llenos de miedo. Oyó sus voces temblar cuando le dijeron que no volviera a acercarse a ellos, y huyeron hacia el arrecife.
Scarlet creció y creció rápidamente. Siguió intentando reunir grupos de criaturas para que colaboraran, pero todas seguían huyendo de ella o peor aún, uniéndose a ella, pero finalmente se marchaban. Frustrada por la injusticia y sintiéndose fuera de lugar incluso en su propio cuerpo, Scarlet se volvió propensa a estallidos de violencia física y sin saber cómo comportarse, golpeándose las aletas contra los afloramientos de coral y gruñendo a los caracoles que pasaban. Un día, estaba de muy mal humor cuando se topó con algo extraño. Un pulpo que se había escondido en una concha había sido descubierto por una manada de delfines, que ahora jugaban a la pelota con la pobre criatura. Scarlet se puso furiosa de inmediato y se lanzó al centro del "juego", rechinando los dientes, agitando la cola y emitiendo un rugido que resonó en las rocas e hizo que las pequeñas criaturas huyeran a refugiarse. Sobresaltados, los delfines soltaron la concha y huyeron, mientras las coloridas maldiciones de Scarlet los ahuyentaban a través del coral.
Volviéndose hacia la concha, ofreció con cautela una aleta al aturdido molusco, que apenas estaba recuperando la compostura y recuperando sus diversos apéndices. Por un instante desgarrador, Scarlet temió que el encuentro terminara como tantos otros y se quedara sola de nuevo. Pero para su mayor sorpresa, se encontró envuelta en un pequeño abrazo de ocho brazos. El pulpo, que se presentó como Ceph, se alegró de liberarse de las atenciones de los delfines y le preguntó a Scarlet si le importaría llevarlo a casa. Una corriente repentina lo había atrapado y lo había llevado más lejos de lo que podía viajar fácilmente, y era, como él mismo lo expresó, "bastante pequeño", y agradecería la compañía de una pareja más grande que los protegiera. Sintiendo una oleada de gratitud, Scarlet aceptó y la pareja partió, con Ceph aferrado a su aleta dorsal y señalándole el camino.
Si Scarlet no se esperaba que la orca emergiera de las turbias profundidades de una ensenada, la tomó aún más por sorpresa cuando este saludó alegremente a Ceph y, evaluándola con juguetona franqueza, la retó a una carrera. Scarlet, siempre dispuesta a ceder, aceptó de inmediato, y se lanzaron a través de los canales submarinos, Scarlet pegada a la aleta caudal de la orca, que había dicho llamarse Kai. Buceando y zigzagueando, Scarlet sintió que se elevaba por primera vez en mucho tiempo, pero se encogió por dentro cuando ambos irrumpieron repentinamente en las aguas de una laguna. Sobresaltada por el ruido y la actividad bulliciosa, Scarlet contempló a una tripulación de piratas, de todas las formas y tamaños, trabajando codo con codo con algún que otro gruñido o forcejeo de camaradería. Scarlet se metió en medio de todo para presentarse, y luego se detuvo, pero los piratas no se lo permitieron y la recibieron con las aletas, las patas y las alas abiertas.
Hoy en día, Scarlet se considera no solo el músculo de la Laguna, sino también su corazón. Se ha vuelto ruidosa y agresiva, y siempre es la primera en involucrarse con pasión en nuevas causas o planes. Lleva el corazón en la aleta, y su cálida risa es suficiente para sacudir las paredes rocosas y enviar vítores de su nueva familia.